El lenguaje importa

, de Nora Zerdba

El lenguaje importa

Se dice que en toda guerra el lenguaje determina quién es el vencedor. No sabemos si Dáesh (de sus siglas en árabe Estado Islámico de Irak y el Levante) nos ganará la guerra pero la batalla léxica la tenemos perdida.

El filólogo alemán, Victor Klemperer, en su diario personal, «LTI. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo», insiste en esta cuestión y detalla cómo la lengua alemana es corrompida a favor de la ideología nazi logrando, a través de palabras aisladas y expresiones adoptadas, introducirse «en la carne y en la sangre de las masas». En este sentido, el grupo terrorista puede ahorrarse una parte importante de la labor propagandística: la ardua tarea del lenguaje, de la cual ya nos encargamos nosotros. Los medios de comunicación con la «ayuda» de la Real Academia Española (RAE) han hecho su parte del trabajo. Y ha calado.

Dos conceptos claves ocupan esta guerra contra el terror que supone uno de los mayores desafíos del siglo XXI con el que tiene que lidiar la comunidad internacional. Por una parte, el nombre propio con el que se designa a este grupo terrorista; y por otra parte, el controvertido término de yihad. Refiriéndonos al primero, parece ser que la mayoría de los medios de comunicación incluidos prestigiosos periódicos se han puesto de acuerdo y han optado por emplear la voz inglesa ISIS (Islamic State of Iraq and Syria) subestimando así las pretensiones expansionistas del grupo, pues el término en árabe hace alusión a la región de al-Sham, nombre histórico que incluía los actuales estados de Jordania, Líbano, Siria y Palestina, y que en español es conocida como el Levante mediterráneo. Otros medios han decidido emplear simplemente el nombre de Estado Islámico (EI), lo cual implica que reconocen que dicho grupo es un Estado y con ello, de algún modo, están legitimando su existencia. Por otro lado, emplean el adjetivo islámico permitiendo así la peligrosa asociación entre terrorismo e islam. Es sabido por todos que los medios de comunicación tienen el poder de pervertir la palabra y son potenciales armas de manipulación masiva, y estos mismos medios hoy desempeñan un papel crucial en la lucha contra el terror, que podría determinar si seremos vencedores o vencidos.

Hace unos meses la RAE ha volcado en internet la 23.ª edición del Diccionario de la Lengua Española en la que se recoge la definición de yihad como ‘Guerra santa de los musulmanes’, como si violencia y belicismo fueran intrínsecos al islam. Hago alusión a la RAE puesto que es la institución de referencia para la lengua de Cervantes y que se supone que sus obras son reflejo de la realidad cambiante. La concepción de yihad como «guerra santa» se remonta siglos atrás a las Cruzadas y es errónea e inaceptable para cualquier musulmán. El escritor Tariq Ramadan, que en numerosas ocasiones nos ha llevado a cuestionar la tan alabada libertad de expresión en Europa, dedica todo un capítulo a la noción de yihad en su obra De l’islam et des musulmans. El sentido más próximo de yihad reside en el esfuerzo personal íntimo (yihad al-nefs) para purificar el alma, mejorar como persona, estar bien con uno mismo, reducir las fuerzas negativas. Señala Ramadan que «el corazón es un campo de batalla», pues el ser humano conoce sus tensiones interiores y sus conflictos íntimos y el yihad consiste precisamente en poder controlarlos para alcanzar la armonía y la serenidad. Algunos autores se refieren a este esfuerzo íntimo como «el gran yihad» en contraposición al «pequeño yihad», que alude a la resistencia armada como modo de legítima defensa y el primer verso del Corán sobre esta cuestión hace referencia a la persecución que sufrieron los musulmanes en La Meca que les llevó a emigrar a Medina. Recordemos que el Corán se ha revelado a lo largo de un periodo de veintidós años y solo puede ser comprendido si es leído en su contexto. Los atentados de París no pueden interpretarse como yihad: «quien mata a un ser humano que no ha matado a nadie ni ha corrompido la Tierra es como si hubiera matado a toda la humanidad» (Corán 5:32).

Además de la victoria léxica han logrado sacar el lado más lamentable de la Unión Europea: suspensión de Schengen, amenazas en Francia con retirar la nacionalidad a los binacionales condenados por terrorismo, ascenso de los partidos extremistas, confiscación de bienes y deportaciones de refugiados por parte de Dinamarca y Suecia, respectivamente…como si ello fuera a matar a una ideología. La respuesta debe ser totalmente opuesta, hoy más que nunca la Unión debe hacer alarde de sus principios fundacionales y demostrar que es una Europa multicultural, plural, abierta en la que cabemos todos y todas. Está en sus manos que este proyecto siga teniendo sentido.

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