El orden que está por venir: la carrera entre China y Estados Unidos y la pasividad europea

, de Guillermo Mayo González

El orden que está por venir: la carrera entre China y Estados Unidos y la pasividad europea
Créditos: Christian Lue // Unsplash

Las ciencias políticas son un campo de conocimiento cuyo principal objeto de estudio es el poder. Para ser honestos, los politólogos estamos obsesionados con el poder. ¿Qué es el poder? ¿Cómo se organiza? ¿Cómo se manifiesta? ¿Quién es poderoso? ¿Por qué? Estas son las preguntas que las ciencias políticas intentan responder. Una de las teorías más influyentes del siglo XX en referencia al poder fue la que desarrolló Michel Foucault. Para Foucault el poder no es algo que sencillamente se tiene sino que es algo que se ejerce. Y más importante aún: lo ejerce alguien sobre otro alguien.

Esto es extremadamente cierto. Sobre todo en el campo de las relaciones internacionales. De hecho, en relaciones internacionales los actores (principalmente Estados, aunque no los únicos) buscan influenciar a otros actores. Estos tienen dos estrategias de ejercer el poder: mediante poder de convicción o poder blando (soft power) y mediante poder militar o poder duro (hard power). La combinación de estos dos se conoce como poder inteligente (smart power).

En la política mundial los actores compiten incesantemente por influenciar a otros actores. Buscan proteger y promover sus intereses. Y normalmente funciona de la siguiente manera: cuanto mayor sea la economía de un Estado, más recursos tendrá para promover sus intereses mediante convicción. Ya sea mediante la promoción de organismos internacionales, alianzas o tratados comerciales. Sin embargo, una gran economía también permite desplegar y sostener un gran ejército.

Los siguientes párrafos beben del pensamiento del académico en relaciones internacionales Jonathan Holslag, quien opina que Estados Unidos ha ejercido su poder sin ningún tipo de oposición durante las últimas décadas. Cualquier Estado que pudiera competir con los norteamericanos o bien era un aliado o estaba alineado de alguna otra manera. Sin embargo, esto ha cambiado en los últimos tiempos. El auge económico de la República Popular de China junto a su negativa a incorporar los intereses de Estados Unidos, nominalmente, establecer un régimen democrático y seguir las normas de mercado capitalistas, ha generado un cambio importante en la política exterior americana. China ahora es un actor con el que competir y cuyas aspiraciones globales deberían preocupar a los europeos.

China prevé utilizar su poder blando para afianzar su posición como potencia en Asia, el Pacífico y el Índico. Está desarrollando potentes lazos económicos mediante su iniciativa One Belt One Road y ampliando su capacidad militar. Y esto debería preocupar a los europeos.

Puede que China sea el próximo gran potencial mundial. Puede que no. Sin embargo entre los internacionalistas hay consenso en el hecho que tanto Estados Unidos como China están inmersos en una carrera de fondo cuya primera meta es la hegemonía en el Pacífico. Y esto debería preocupar a los europeos.

Nosotros, los europeos, nos hemos acostumbrado a dar por garantizada nuestra seguridad. A dar por hecho que, alineados con los Estados Unidos, estos nos protegerán ante cualquier agresión. Algo que en 2021 ya no es una certeza. La Unión Europea y sus Estados Miembro han perseguido promover el crecimiento económico ignorando cualquier otro aspecto. Tenemos un mercado común enorme: 22.9 trillones de dólares americanos en 2018, el segundo más grande del mundo. Este colosal mercado nos dota de muchísimo poder blando. Sin embargo, hasta la fecha, no hay ninguna herramienta que nos permita transformar este potencial económico en poder duro.

Pero algo ha cambiado durante esta pandemia. Nuestra dependencia de todo tipo de productos manufacturados en China ha demostrado que somos adictos al made in China. Y que igual que los europeos dominamos China a través del comercio del opio dos siglos atrás, puede que las tornas hayan cambiado. Y esto debería preocuparnos.

Para hacer frente a esto, desde Bruselas se ha lanzado una iniciativa: Strategic autonomy. Autonomía estratégica. Un término, que a falta de tener un significado concreto, busca promover la autonomía económica, industrial y militar europea. Pero que debe ser perseguido por los Estados Miembros. Estados Miembros que tienen una percepción distinta de los riesgos y desafíos a los que tenemos que enfrentarnos y cuyas sociedades no son afines a incrementos en el gasto militar.

En su carrera militar con China, Estados Unidos asignará cada vez menos recursos a defender a sus aliados en occidente y se centrará cada vez más en Asia. La Unión Europea, y no los Estados Miembro, debería desarrollar la capacidad militar para poder relevar a los Estados Unidos. Debemos ser capaces de poder garantizar la estabilidad y seguridad, al menos, en nuestro entorno inmediato: Norte de África, Oriente Medio y Este de Europa.

Porque el poder es algo que no se tiene, lo ejercemos nosotros o lo ejercen contra nosotros.

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