Con el escrutinio resuelto, son cuatro partidos los que se reparten la mayoría de los escaños. El partido al gobierno, el Partido Popular de Mariano Rajoy, encabeza las elecciones con 28,7 % del voto, frente al 22 % del PSOE. Con respecto a los nuevos partidos, Podemos y sus aliados, nacidos del movimiento de los indignados de 2011 y quienes pretenden revolucionar la política del país, han obtenido el 20,7 % de los sufragios. Ciudadanos, creado hace 10 años y próximo a las élites empresariales, ha decepcionado ligeramente, tras solo recibir el 14 % de los votos. Estos resultados confirman la desaparición del bipartidismo español que, durante más de treinta años configuró el panorama político del país.
Un sistema que favorece a las zonas rurales.
Un factor a tener en cuenta es el sistema de votación, que no es estrictamente proporcional, sino que también se fundamenta en criterios territoriales. De manera que el PP, a la cabeza en la mayoría de las circunscripciones y con el Senado bajo control, obtiene 123 asientos en el Congreso de los diputados, cámara que en cuenta un total de 350. Un número insuficiente para hacer valer la ley, como lo hacía hasta hace poco sus 186 diputados. El PSOE ha conseguido 90 escaños, mientras que Podemos, que pisa los talones a la izquierda tradicional, ha recibido sólo 69. Ciudadanos con 40 diputados, difícilemente podrá desempeñar un papel trascendental.
Los periódicos españoles últimamente hacen cábalas sobre las posibles coaliciones. Sin embargo, por el momento no ninguna alianza creíble que permita constituir un gobierno.
Un Parlamento abocado a un callejón sin salida
Tras los resultados llega la hora de las negociaciones.Los pronósticos sobre las posibles alianzas entre unos y otros van saliendo. Sin embargo, toda coalición parece un verdadero rompecabezas.
A la derecha, Ciudadanos, movimiento liberal de centro-derecha que he hecho campaña contra la corrupción, por el cambio de las prácticas políticas y a favor la unidad nacional, difícilmente podrá aliarse con Partido Popular, a quien atacó desde sus comienzos. Y hasta en este caso, la suma de los asientos de ambos partidos no llega a reunir los 176 diputados necesarios para constituir una mayoría gubernamental. Sin embargo, el líder Albert Rivera de Ciudadanos anunció que podría favorecer un gobierno de Mariano Rajoy, absteniéndose.
Sucede algo parecido en la izquierda. Una alianza entre PSOE y Podemos, factible desde hace algunos meses, no bastaría para formar gobierno. El resto de partidos que ha entrado en el Parlamento no permiten tampoco subsanar la diferencia. En efecto, el partido de la izquierda radical, Izquierda Unida, viene de sufrir ina derrota aguda con solamente dos diputados obtenidos en Madrid, mientras que en 2011 el partido era la tercera fuerza del país.
Muy deteriorada por su rivalidad con Podemos, Izquierda Unida, a través de su líder Alberto Garzón, le había propuesto al partido emergente formar parte de una misma candidatura común. Pero Iglesias, líder de Podemos, rechazó la oferta, en contra la opinión de ciertas mareas de indignados, que ahora critican esta negativa que quebrantó la dinámica electoral de la izquierda radical española, repartida en ambos movimientos.
Ciertos analistas preconizan una Gran Coalición PSOE-PP, incluso PSOE-PP-Ciudadanos, o bien PSOE-Ciudadanos-Podemos. Configuraciones inimaginables después de una campaña virulenta y animada, que obligaría a cada miembro a realizar enormes concesiones. Los líderes del PSOE y de Podemos, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, fueron muy claros. Exigen la salida del gobierno de Mariano Rajoy. Parece también difícil en este contexto de contemplar un gobierno sostenido sobre una coalición minoritaria que negocia con sus oposiciones cada reforma o proyecto para encontrar una mayoría circunstancial.
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