En el corazón del Parlamento Europeo de Estrasburgo, podemos encontrar un gran edificio luminoso que hace las veces de corte y lleva el nombre de Louise Weiss. Fue en este lugar central y simbólico donde la institución decidió rendir un homenaje particular no a Robert Schuman o a Jacques Delors, sino a una de las personalidades femeninas más célebres de la historia de la construcción europea.
Durante la Primera Guerra Mundial, Weiss fue enfermera, después, se hizo periodista, y, de 1979 a 1983, diputada europea. Consagró su vida entera a promover la paz, la cooperación entre países y los derechos de las mujeres en Europa. En su obra, Memorias de una europea narra su compromiso particular a favor de una Europa más unida y más respetuosa con la igualdad entre mujeres y hombres; ambas causas marcaron el ritmo de su vida y la convirtieron en madre de Europa.
¿Cuál fue la identidad de esta mujer comprometida, con frecuencia desconocida y destronada por las dominantes figuras de los padres de Europa?
Desde una temprana edad, las relaciones internacionales suscitaron un vivo interés en Louise Weiss. Tras la Primera Guerra Mundial, fundó la revista política francés e internacional l’Europe nouvelle en el cual analiza su voluntad de pacifismo y las posibilidades de reconciliación entre los países europeos, sobre todo entre Francia y Alemania, para evitar una nueva guerra. Podemos considerar estas reflexiones se realizaron en el momento de las primeras reflexiones sobre la creación de la Unión Europea. De la misma manera, algunos años más tarde, Louise Weiss creó su propio movimiento, La femme nouvelle, mediante el que militó a favor del voto femenino en Francia.
A juzgar por los dos nombres escogidos, resulta evidente que la joven alsaciana creía con firmeza en el renacimiento de Europa y del feminismo, a pesar del estancamiento de la Sociedad de las Naciones, y de la Segunda Guerra Mundial que se avecinaba en aquel entonces. Para Weiss, Europa renacería algún día de sus cenizas y la convivencia se convertiría en el lema y la consigna del continente. Sin embargo, su lucha dio un giro al sumarse a la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial. Movida por la voluntad de jamás revivir los horrores de la guerra, la doncella de la paz se decidió por no ceder ante el enemigo y por luchar por la paz hasta el final. Además, asistió al proceso de Núremberg entre 1945 y 1946.
Su compromiso a favor de la construcción europea no se debilitó con el fin de la guerra, sino al contrario. En 1971, fundó un Instituto de las Ciencias de la Paz en Estrasburgo, así como también la Fundación Louise Weiss, para recompensar activamente a quienes hubieran contribuido en mayor medida a la unidad europea y al desarrollo de las ciencias de la paz, entre otras, Simone Weil y Helmut Schmidt. No fue hasta 1979 cuando la carrera de Weiss llegó a su momento álgido, ya que en ese año fue nombrada diputada europea en el Parlamento de Estrasburgo, a la edad de 86 años.
A título de decana, pronunció un discurso de apertura durante la primera sesión del Parlamento. Una de las mujeres más influyentes en la construcción de Europa acababa de obtener el máximo reconocimiento de su labor política, allanando así el camino para que otras mujeres se convertieran en sus dignas sucesoras.
Por lo tanto, está claro que el Parlamento Europeo no escogió por casualidad el nombre de Louise Weiss para honrar su edificio principal; la institución vio en ella una alegoría de los valores europeos y feministas que hoy en día continúan siendo primordiales. Otra razón pudo ser el particular apego de la diputada a la ciudad alsaciana en la que se encuentra el Parlamento; al menos eso se intuye en una de sus famosas citas:
«Es en Estrasburgo donde el espíritu europeo es más abierto y puro.»
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