Relocalización industrial de sectores estratégicos: ¿una oportunidad para Europa?

, de Pablo García Pachá

Relocalización industrial de sectores estratégicos: ¿una oportunidad para Europa?
Créditos: Christopher Burns vía Unsplash

Para conmemorar el aniversario del 9 de mayo, en el día de Europa, me gustaría recordar primero una frase del precursor del proyecto de integración europea y su característica esencia del progreso constante y medido, Jean Monnet: No podemos detenernos cuando alrededor de nosotros el mundo entero está en movimiento. Jean Monnet era un idealista europeo, pero ello no le apartó de ser un hombre pragmático y eficaz. Podemos asegurar echando la vista atrás que, sin su figura y voluntad, Europa no habría tomado la forma que tiene ahora. Monnet creía en una Europa federal, donde la colaboración económica entre el eje franco-alemán y el resto de países europeos que quisieran sumarse, forjaran una relación de buena amistad y paz.

Actualmente, el clima internacional está lleno de incertidumbre y tensión, nos encontramos en un paradigma global cambiante y las amenazas hacia la integración europea no habían sido tan visibles en un tiempo. Siguiendo un famoso refrán español, en tiempos de tribulación, no hacer mudanza. Si bien este refrán es una malinterpretación de la famosa frase de San Ignacio, puede describir con bastante certeza la realidad actual. Siguiendo las palabras expresadas por el todavía jefe de la República francesa, Emmanuel Macron, la situación europea actual no nos inclina hacia nuevas adhesiones, o extensiones, sino hacia una mayor consolidación e integración, para poder proteger el progreso ya creado. Es por ello, que las ideas que me gustaría proponer para mejorar la Unión Europea no están destinadas realmente a avanzar en la captación de nuevos Estados miembros, sino en proteger y consolidar la posición de la Unión y el avance ya creado, favoreciendo la cohesión y la unidad frente a las amenazas y riesgos externos, así como los internos.

Relocalización industrial de sectores estratégicos

Me gustaría proponer la relocalización industrial de sectores estratégicos, como una política de atracción de empresas e industrias deslocalizadas, que tienen un alto valor estratégico para la Unión, por el sector en el que se enmarcan o por los productos que fabrican. Son 3 las razones o motivos que proporcionó para considerar como positivo el fenómeno de la relocalización: alta vulnerabilidad material y sanitaria en Europa; la gran dependencia de materias primas y productos chinos; y la defensa de la autonomía estratégica.

Razones para la deslocalización

En primer lugar, la primera razón que me lleva a pensar en la relocalización es la alta vulnerabilidad europea en cuestión de material sanitario y aprovisionamiento general, con el stock de material sanitario extremadamente bajo, confiando en una rápida distribución de terceros países cuando se necesita. Esto fue claramente visible durante la crisis de las mascarillas de 2020.

Durante las primeras semanas de la pandemia, la falta de suministro de mascarillas en los países de la Unión se hizo evidente, siguiendo un desabastecimiento general de numerosos productos farmacéuticos y sanitarios, como respiradores o kits de protección, indispensables para combatir la pandemia. Este desabastecimiento dejó entrever las grandes deficiencias en la capacidad productiva europea, fruto de la globalización, que destacaban las vulnerabilidades estratégicas del continente. Tanto los países como las empresas habían seguido una línea de aprovisionamiento mínimo, donde los productos en stock cada vez son más reducidos, reduciendo los almacenes de aprovisionamiento al mínimo para reducir costes, confiando en el rápido e inmediato abastecimiento del gigante asiático, nuestro principal proveedor. En cuanto China cerró sus fronteras y el abastecimiento decayó, la economía y salud europea se vino abajo, resistiendo algo más aquellos países mejor preparados y que contaban con algunas fábricas propias de antemano, las cuáles obviamente revistieron y protegieron para su propio consumo interno. El egoísmo nacional unido con la debilidad estructural de la industria europea, ocasionó la primera de las razones para considerar la relocalización de la industria.

Asimismo, la pandemia de la Covid-19 forzó a los líderes europeos a centrarse excesivamente en sus prioridades internas, abandonando con cierta indiferencia los problemas de abastecimiento globales, los cuáles desatendió en oposición de otras regiones emergentes con aspiraciones de aumentar su área de influencia. Esto, por tanto, empujó a regiones como América Latina o África, por lo general más proclives a realizar transacciones con Occidente —representado un porcentaje muy pequeño el comercio con China o la India, por ejemplo— a reconsiderar sus socios comerciales principales durante la pandemia, desplazando a Occidente por China. Cada día estas regiones son más cercanas con el gigante asiático, y aumentan sus lazos comerciales y diplomáticos, gracias a que durante la pandemia fue su principal proveedor de material médico y suministros farmacéuticos. Esto se hizo más sonoro con la distribución de vacunas, que dio lugar al conflicto o geopolítica de las vacunas, la primera batalla que perdió Occidente con China tras el inicio de la pandemia.

En segundo lugar, la dependencia china, similar a la dependencia energética de Rusia, Argelia o EEUU., no solo abarca productos sanitarios, sino que se refiere a todo tipo de materias primas o productos estratégicos. En concreto, la Comisión Europea elaboró un informe detallando 6 ámbitos y 137 productos, con un alto valor estratégico para la Unión. En ese informe —sobre la revisión en profundidad de áreas estratégicas para los intereses de Europa— se detalla también el porcentaje de dependencia de dichos productos sobre terceros países. Europa depende sobre estos sectores en un 52% de China, casi cinco veces más que el segundo país, Vietnam en un 11%, según los últimos datos de la Comisión. Una dependencia que ha aumentado desde el inicio de la pandemia. Encontramos seis sectores estratégicos: semiconductores; múltiples materias primas como el silicio o el galio; baterías de ion-litio; hidrógeno; computación en la nube y periférica e ingredientes farmacéuticos activos.

De entre todos estos productos, los semiconductores han ocasionado otra crisis de desabastecimiento o escasez en Europa tras la pandemia, conocida como la crisis de los semiconductores. El año pasado, unido al almacenamiento de materias primas que China realizaba, y que ha sido una de las causas de la subida de precios de algunas de estas materias primas; China comenzaba también a almacenar semiconductores, provocando que la fabricación de automóviles europeos se redujera. Debido a que la producción de semiconductores en Europa ha decaído en 20 años, de un 40% de la distribución mundial, a un 9%; la vulnerabilidad de un producto vital y estratégico de la Unión no ha sido nunca antes tan clara. Es, por tanto, imprescindible reducir la dependencia de China en el abastecimiento directo de semiconductores, así como de las materias primas necesarias para su fabricación en Europa, en la medida de lo posible, debido a la alta conexión que tienen los semiconductores con todo tipo de productos tecnológicos. Se encuentran en bienes de uso diario imprescindibles, que van desde teléfonos móviles, lavadoras, televisiones, coches, etc.

En tercer lugar, ante la alta dependencia y conexión económica con China, la autonomía estratégica de la Unión es más vulnerable a medida que el poder coercitivo económico de China aumenta. Una tercera crisis nos puede ilustrar empíricamente aquello de lo que les hablo, es la crisis diplomática entre el gigante Chino y el diminuto Estado miembro de la UE, Lituania. El Estado de Lituania anunció en 2021 la apertura de una oficina de representación de Taiwán en Vilna, lo que supuso un reconocimiento de facto de dicho Estado, y provocó la cólera de China, que decidió tomar durísimas represalias económicas y diplomáticas, presionando a compañías de todo el mundo para que bloquearan los productos lituanos, además de imponer un bloqueo comercial y amedrentar a otros países cercanos como Alemania, con negarles el acceso al mercado chino si no daban la espalda al país miembro de la UE. Las relaciones entre Europa y China han sido casi siempre de índole económica, reforzando lazos y acuerdos comerciales, que le han otorgado a Beijing un gran poder coercitivo que, de emplearse, puede ser devastador. Las consecuencias de este conflicto diplomático fueron el cierre de la oficina de representación al inicio de este año. Las duras sanciones impuestas a empresas europeas con restricciones a la entrada del mercado chino o con boicots, y a la marginalización de Lituania del mercado europeo, son un conjunto de represalias mínimas, que se suman a la gran lista de represión que ha impuesto China en Asia, haciendo cuestionar a los empresarios su seguridad en el país asiático, y replanteándose la relocalización de sus industrias, entre otros.

Beneficios de la deslocalización

Una vez revisadas las razones que considero mejor resumen los motivos para, cuanto menos, replantearse la relocalización de industrias, examinemos los aspectos positivos que tendría sobre Europa dicha relocalización. Existen ventajas económicas, tecnológicas, estratégicas, de seguridad, etc.

Económicamente, las razones que una vez justificaron la deslocalización, ya no son tan evidentes. Los costes laborales irrisorios entonces, se han ido equiparando con los de Occidente, y a medida que los costes de transporte son cada vez más elevados y las materias primas se encuentran en ascenso, el margen de beneficio para las empresas se ha empequeñecido. La relocalización abarataría costes en el transporte, al acercar el proceso productivo al mercado final. Asimismo, el proceso de automatización que está llevando a cabo Europa, con la inversión en tecnología y robotización, promete reducir los costes laborales y aumentar la productividad de las plantas industriales.

Estratégicamente, a las empresas les interesa también aumentar su seguridad mediante la relocalización. Eventos como el EverGiven en el Canal de Suez, la nacionalización y expropiación de plantas en Rusia o el cierre de fronteras y confinamiento en China, vulneran la estabilidad y la garantía productiva de las industrias. Esto supone un punto a favor de Europa, donde la seguridad jurídica y la superación de la pandemia, ofrecen mejores calidades y garantías. Por otro lado, la creación de empleo sería notoria, recobrando fuerza industrial en una Europa envejecida. En definitiva, se protegerían los intereses de la Unión, así como la autonomía estratégica, emancipándonos de la dependencia China, no en su totalidad, pero sí significativamente.

La Comisión es consciente de todo esto, y ya ha realizado avances en esta materia. En primer lugar, definió en un informe los productos y sectores estratégicos, resumiéndolos en 6 sectores estratégicos, ya mencionados, y 137 productos, entre los que se encuentran en su mayoría materias primas. En 2014 se inició el proyecto Por un renacimiento industrial europeo, en 2017 se creó la Alianza Europea sobre las Materias Primas, y ahora se pretende imitar ese proyecto exitoso con una Alianza Europea de los Semiconductores. Las iniciativas son múltiples y van bien encaminadas, destinadas sobre todo a los intereses generales de la Unión.

No obstante, a mí me gustaría proponer iniciativas más atrevidas, dirigidas a que la atracción de empresas a la Unión sea más efectiva, asegurando que no haya desequilibrios entre los países de la Unión, y se asegure una distribución y abastecimiento general y equitativo. De esta forma, considero que un paso importante sería revisar las competencias de la Unión en los tratados, por la cual la política industrial ocupa el lugar de competencia complementaria o de apoyo, es decir, sirve únicamente como ayuda o coordinadora para los Estados miembros (EEMM). Propongo, por tanto, que la política industrial sea reconsiderada como competencia compartida, en aras de avanzar progresivamente siguiendo el espíritu de integración de la Unión, para que la política industrial recobre robustez siendo más efectiva y coordinada entre los países, así como para asegurar el abastecimiento de todos los EEMM en situaciones críticas y que no se recurran a medidas egoístas. De esta forma, la política industrial ahora contaría con un marco jurídico más armonioso que controle y sincronice las políticas autónomas de cada país en una sola a gran escala, teniendo en cuenta las idiosincrasias y capacidades de cada EEMM. Así, se podría establecer un mayor control sobre las energías empleadas y la distribución de fondos, mientras se respeta el nuevo enfoque de la Unión en este renacimiento industrial europeo.

Riesgos de la deslocalización

Si bien la relocalización es un fenómeno deseado por los Estados europeos, y sobre todo por la población, ha de ser manejada con precaución, por los posibles riesgos que puede llevar intrigada. Si nos remontamos al inicio de la UE, al que queremos conmemorar, recordamos que la primera de las Comunidades Europeas de gran éxito, fue precisamente la CECA. La idea propuesta por Jean Monnet buscaba hacer la guerra en Europa imposible, ya que la colaboración en materia de carbón y acero haría que la energía y materia prima esenciales y principales para hacer posible un rearme estatal, estuvieran supervisadas por una alta autoridad común, que previniera eventos indeseados.

En un sentido, y de forma claramente indirecta, el proceso de globalización y deslocalización ha emulado este principio, ya que ha provocado que los riesgos económicos de la guerra sean más altos que nunca, por la alta comunicación e interdependencia entre Estados aliados y no aliados. Los costes de la guerra se han encarecido bastante. Es por eso que entra dentro de mi preocupación que una relocalización agresiva y extensa pudiera desvincular excesivamente a Europa del resto del mundo y debilitar esa interdependencia, provocando que las causas y razones para las guerras sean más atractivas para algunos Estados.

Este planteamiento podemos advertirlo con la invasión a Ucrania. Previamente al inicio del conflicto, todos los analistas coincidían en la improbabilidad del conflicto, dado que empleaban la lógica económica que hemos mencionado para concluir que los riesgos económicos a los que se expondría Rusia, serían innecesariamente duros, para, relativamente, tan poca recompensa por la invasión. No obstante, si la desconexión con Rusia aumenta, los riesgos serán cada vez menores, y el poder coercitivo de las sanciones no es infinito ni rentable a largo plazo, favoreciendo así el expansionismo imperialista ruso o chino.

Conclusión

La relocalización se presenta en Europa como una oportunidad. Es una oportunidad de generación de empleo, de innovación, de crecimiento económico, de seguridad en el abastecimiento, de protección de la autonomía estratégica y de los intereses de la Unión. No obstante, la relocalización ha de ser manejada cautelosamente, pues podría ser el gatillazo de salida para el aumento de tensión entre Occidente y China.

Este artículo forma parte de la iniciativa conmemorativa del 9 de mayo de El Europeísta, según la cual se pretendía dar una mayor voz a los jóvenes en el proceso de la Conferencia sobre el Futuro de Europa. Asimismo, nuestros redactores han elaborado artículos con sus propuestas para mejorar el proyecto europeo, coincidiendo con la celebración del Año Europeo de la Juventud.

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