Un problema de todos

, de Afonso Morango, traducido por Martyna Anna Wierzbicka

Un problema de todos
Una fila de refugiados sirios cruzando la frontera de Hungría y Austria en su camino hacia Alemania. Hungría, Europa Central, 6 de septiembre de 2015. Créditos: Mstyslav Chernov, CC BY-SA 4.0 <https://creativecommons.org/license...> , via Wikimedia Commons

El Europeísta apoya la campaña #DeomcracyUnderPressure de JEF Europe que este año tendrá lugar entre el 18 y 25 de marzo.

“Hay una línea que no debemos pasar. Se trata de nuestro compromiso con los derechos humanos, el respeto de la dignidad del ser humano. No debería haber compromisos” - Angela Merkel.

Muchos pueden sentirse fríos, distantes o incluso reconfortantes, porque no se sienten personas. Cuando millones mueren, el mundo a menudo lo ve como una mera estadística, y esta es una de las razones por la cual gran parte del mundo lo ignoraba hasta ahora.

En la Conferencia de Evián en 1938, 32 países discutieron cómo ayudar a los refugiados judíos que huían del terror nazi. Desde entonces, el mundo civilizado se ha escondido detrás de argumentos legales. En aquel entonces, dos países alegaron un nivel de saturación de refugiados judíos; cuatro estuvieron de acuerdo en recibir únicamente trabajadores agrarios especializados; uno solo admitiría refugiados bautizados; tres rechazaron a los intelectuales y comerciantes; otro Estado temió que la llegada de refugiados judíos pudiera generar oleadas antisemitas.

Afortunadamente, el mundo en la actualidad es muy diferente del de 1938. Pero las sucesivas “crisis” de refugiados acontecidas en los años recientes sorprendieron a Europa fuera de guardia. La legislación actual dicta que el primer país de entrada es el competente de hacerse cargo del examen de la solicitud de asilo, por lo que, actualmente, Grecia e Italia son las responsables de la mayoría de las personas que llegan a sus costas. Es una injusticia hacia esos países.

La verdad es que las respuestas xenófobas de algunos gobiernos europeos a la crisis humanitaria son vergonzosas. No solo negamos el legado multicultural y multirreligioso de Europa, sino que también el derecho internacional que requiere que los Estados protejan y acojan a las personas refugiadas independientemente de sus creencias religiosas. Tenemos obligaciones legales hacia ellos, pero también éticos. Se trata de nuestra gente. Es un problema de todos. Somos una única especie humana que comparte nuestro mundo profundamente interconectado, y las personas, todas las personas, son nuestra gente. Y cuando los oprimidos y los marginados mueren por el hecho de serlo, los poderosos tienen la culpa. De hecho, una de las razones por la que nos hallamos en esta situación, se debe a que durante demasiado tiempo hemos creído que las crisis regionales no tienen un impacto global. Imaginar cualquier problema humano generalizado como perteneciente a otra persona es catastróficamente erróneo. Como hemos aprendido de manera muy dolorosa, la guerra en Ucrania no es solo un problema únicamente ucraniano.

Es nuestro problema. Debemos solucionarlo, y la solución es la aplicación del principio de solidaridad. En 2016, la Comisión Europea presentó un programa de responsabilidad colectiva basado en calcular el número límite de refugiados por cada Estado miembro en base a su población y riqueza, el cual introduce un mecanismo de corrección, según el cual, cuando un país llega a su límite, los refugiados pueden ser transferidos a otro Estado miembro de forma automática. Asimismo, se trató de crear unas normas de asilo homogéneas con la finalidad de evitar que los refugiados quieran acceder al país cuyo sistema proporciona mejores normas de acogida. Este sistema está lejos de ser perfecto o simple, pero prepara a Europa para futuras crisis humanitarias. De todas formas, desgraciadamente, los 27 no se ponen de acuerdo en esta materia. Cuando se trata de corazones humanos buscando un lugar seguro para vivir, las negociaciones no deberían tener otros intereses que anulen la protección de la vida humana.

Tenemos una obligación legal y moral de proporcionar un puerto seguro a todos aquellos que lo busquen. Hemos hecho numerosas promesas, pero el trabajo más duro no es prometer, sino cumplir la promesa. El mundo debe unirse y actuar como un frente unido. En cambio, este se ha vuelto más dividido. Podemos manejar esta crisis de una manera humana si queremos. Estamos escribiendo la historia en estos momentos. ¿Queremos ser recordados como aquellos quienes privaron a millones de seres humanos desesperados de su libertad?

Con esta terrible situación en Ucrania, la respuesta europea ha sido totalmente distinta. Hemos visto una unidad nunca antes contemplada ante una crisis migratoria y solo espero que la posición de varios Estados permanezca igual desde ahora. La guerra está una vez más llamando a las puertas del Viejo Continente, y nosotros estamos presenciando un profundo cambio de paradigma en la política de defensa y seguridad europea.

La comunidad europea ha mostrado una unidad inigualable frente a esta catástrofe y los días venideros parecen sombríos. Más que nunca, los europeos deben demostrar que no han olvidado qué sacrificios hubo que hacer para alcanzar los valores que prevalecen hoy en nuestra única comunidad imaginaria.

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